Cuando llegamos al caracol aquí en La Realidad, sin que nadie nos lo dijera empezamos a hablar en susurros.

Quedo hablaba nuestro dolor, quedito nuestra rabia. (Subcomandante Marcos)

domingo, 23 de octubre de 2011

Medicina, más o menos natural.

Hace unos días, en una charla relativamente informal, salió el tema de la medicina. Más bien de los medicamentos. Remedios naturales frente a la farmacopea diaria.
La mayoría de las personas solemos ser bastantes pragmáticos en este asunto. Solo unos cuantos se muestran más radicales y rechazan (o desprecian) los medicamentos actuales, prefiriendo remedios de los llamados "de toda la vida". Teníamos un caso de estos.
Prometí poner aquí una entrada vista hace unos meses en "Per ardua ad Astra" alusiva al tema.
Aquí está.
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Hay gente que piensa que los médicos somos unos capullos arrogantes que despreciamos los remedios que nos brinda la naturaleza. Lo primero puede ser verdad, pero lo segundo, ni de coña.
Y es que nosotros sabemos bien que, si un paciente tiene un dolor muscular, la corteza de sauce le vendrá de perlas, lo mismo que si ha sufrido un infarto. Si padece una arritmia, quizás queramos recomendarle una infusión de unas bayas negras para acelerar el corazón, o de otras flores peludas que recuerdan a campanitas, para frenarlo. O de trébol dulce (fermentado y mohoso, que es más sabroso) para evitar las consecuencias de esa arritmia.
Pero ojo: no sólo usamos las plantas para el corazón. También para los tumores: en el linfoma de Hodgkin recurriremos a esa Vinca rosea que tenemos plantada en el jardín trasero. O, si nuestro jardín es más grande y en él crece algún tejo, podremos coger su corteza para tratar un cáncer de mama.
Sólo que nosotros, en ese afán obsesivo de controlar todas las variables para intentar cagarla lo menos posible, no solemos recomendar que te tomes una infusión. Porque unas veces estará más diluida y otras más densa, y las plantas de este prado tienen las sustancias más concentradas y las del aquel monte son más flojitas. Y claro, si se te va la mano con la corteza de sauce quizás tampoco pase nada, pero como desfases con las bayas, lo mismo no lo cuentas… Por estas cuatro tonterías no hacemos como en la Edad Media, y en vez de elixires y cataplasmas en su lugar preferimos recetar un comprimido de Aspirina, medio de Sintrom, una ampolla de atropina o 500 mg de vincristina. Preferimos dártelo en forma de pastillas, con una dosis exacta y controlando que no vaya ninguna otra sustancia que no debiera estar ahí y que pueda tocarnos las narices.
Así que ya sabes: al próximo que diga que los médicos pasamos de los remedios naturales… dale un enlace a esta entrada.

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