Cuando llegamos al caracol aquí en La Realidad, sin que nadie nos lo dijera empezamos a hablar en susurros.

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sábado, 10 de noviembre de 2012

Puñalada (doble) en el Hospital de la Princesa.



El Hospital de la Princesa, en pleno centro de Madrid, es el Hospital de referencia de la ciudad. Sus trabajadores se encuentran ahora mismo en pie de guerra a fin de evitar que sea convertido en un centro especializado en patologías de personas mayores, como ha anunciado el presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, o, simplemente, desmantelado como centro de referencia.

El hospital se creo en agradecimiento por haber salvado la vida, tras el frustrado intento de asesinato por parte de Martín Merino, la reina Isabel II dirigía cuatro días más tarde una carta al presidente del Gobierno, Juan Bravo Murillo, en la que expresaba su deseo de que se construya un Hospital al que se daría el nombre de “Princesa”, en honor a su hija y en acción de gracias por haber salido ambas ilesas. 
De esta manera expresaba la reina Isabel II su determinación de levantar el mencionado hospital: “Deseando conservar la memoria del feliz natalicio de mi amada hija la Princesa de Asturias y de mi primera presentación a mi pueblo, después de las bondades que Dios me ha dispensado en estos días (…) se procederá desde luego a edificar en el punto que se juzgue más a propósito en Madrid , o sus afueras, un hospital que llevará la denominación de Hospital de la Princesa”. Y así, meses después del atentado, el 16 de octubre de 1852, la Isabel II puso la primera piedra del futuro Hospital, que se construyó en el Paseo de Areneros, hoy calle Alberto Aguilera, y que fue inaugurado oficialmente el 24 de Abril de 1857.
El 2 de febrero de 1852, el sacerdote riojano Martín Merino acudió a la iglesia de Atocha con un puñal oculto bajo el hábito talar. La reina Isabel II había oído a misa por primera vez tras alumbrar a su la infanta Isabel de Borbón, conocida popularmente como ‘La Chata’, y dar gracias por tan venturoso parto, pues sus dos anteriores hijos habían muerto. Fue al salir del oficio cuando Merino, uno más de los clérigos que pululaban por el lugar, se inclinó ante ella como si fuera a entregarle algún documento. Por sorpresa, el cura lanzó a la reina una puñalada que bien pareciera mortal de necesidad y sólo la actuación de la comitiva real impidió que el agresor le asestara otra cuchillada. La reina cayó de espaldas, al tiempo que el coronel de alabarderos Manuel de Mencos se hacía cargo de la princesa recién nacida con el fin de protegerla. Este gesto le valió a Mencos recibir el título de marqués del Amparo, que le fue concedido el 2 de septiembre de ese mismo año. El gesto instintivo de protegerse con el brazo y las consistentes ballenas que armaban el corsé de Isabel II amortiguaron la puñalada y dejaron en herida leve un golpe que pudo ser más grave. El cura Merino fue detenido de inmediato, juzgado de forma sumaria y condenado a muerte.

Cinco días después del ataque, Martín Merino sufrió la pena capital: murió ajusticiado a garrote vil, su cadáver fue quemado y aventadas las cenizas. En realidad, y aunque para su incineración se esgrimieron razones más cercanas a la superchería que a la jurisprudencia, la verdad -como casi siempre- era más simple. «Para evitar que nadie sustrajera ninguna parte del cadáver con el pretexto de estudio y para que no quedase recuerdo alguno del regicida se dispuso en Consejo de Ministros que Martín Merino fuese quemado en una pira funeraria en el mismo cementerio junto a la fosa común y sus cenizas fueran dispersadas en ésta», explica el profesor Reverte Coma. Los avances científicos registrados en Europa y, sobre todo en la vecina Francia, donde habían sido analizados por equipos científicos multidisciplinares los cráneos de famosos asesinos y malhechores, abrieron el debate médico en España sobre la necesidad de inspeccionar los restos del regicida.

Martín Merino y Gómez había nacido en Arnedo en el año 1789. De niño ingresó en la orden franciscana, en Santo Dopmingo de la Calzada, hábitos que abandonó en 1808 para participar en la Guerra de la Independencia contra la invasión de las tropas de Napoleón Bonaparte. Tras la contienda, retomó los hábitos y llegó a ser ordenado sacerdote. Ofició como tal en España y en Francia -donde se exilió por sus ideas liberales-, hasta que, ya en Madrid, comenzó a tramar el atentado fallido contra la hija de Fernando VII.

Estos hechos, van a propiciar que cuatro días más tarde, la Reina dirija una carta al Presidente del Gobierno, Juan Bravo Murillo, en la cual expresa su deseo de que se construya un Hospital al que se daría el nombre de "Princesa", en honor a su hija y en acción de gracias por haber salido ambas ilesas.

El 16 de octubre del mismo año, la Reina puso la 1ª Piedra del futuro Hospital, que se construyó en el Paseo de Areneros, hoy Alberto Aguilera. El Hospital fue inaugurado oficialmente por el Rey y La Princesa, en nombre de la Reina, el 24 de Abril de 1857.

Durante el Bienio republicano (1873-1874), fue llamado "Hospital Nacional".

En el periodo de la Guerra Civil (1936-1939), será trasladado al Colegio del Pilar y denominado Hospital Nacional del Cirugía. Tras la contienda vuelve al Paseo de Areneros.

El día 3 de Noviembre de 1955, es inaugurado oficialmente un nuevo edificio, situado en la calle Diego de León, construido con la finalidad de albergar el antiguo Hospital de La Princesa. El traslado se realizará gradualmente durante los años 1955 y 1956 y será denominado "Gran Hospital de la Beneficencia General del Estado".

Dependiente de la Dirección General de Beneficencia y Obras Sociales (Ministerio de la Gobernación), se integra en el Organismo Autónomo creado por Decreto Ley el 29 de diciembre de 1972, Administración Institucional de Sanidad Nacional (AISNA).

El 21 de Enero de 1975 se firma un convenio entre los Ministerios de la Gobernación y Trabajo, mediante el cual la Seguridad Social se hará cargo de la financiación y gestión del centro. A partir de entonces será designado "Gran Hospital del Estado".

Dada la situación de obsolescencia, entre los años 1978 y 1984 se realizan las obras de remodelación total del centro, las cuales serán inauguradas oficialmente por la Reina Doña Sofía el 15 de Octubre de 1984 siendo Ministro de Sanidad Ernest Lluc. El Hospital recuperará el nombre de "La Princesa" por Resolución de 2 de Julio de 1984.

Por Real Decreto de 9 de Octubre de 1985, sobre traspaso de funciones y servicios de la AISNA, el Hospital pasará a depender patrimonialmente de la Comunidad Autónoma de Madrid. La gestión y financiación corre a cargo del Instituto Nacional de La Salud hasta el 1 de enero de 2002, que la Comunidad de Madrid asume las trasferencias sanitarias y desaparece el INSALUD.

El 20 de diciembre de 1996, coincidiendo con el 145 Aniversario, se inaugura una Exposición Documental Permanente sobre la historia del Hospital ubicada en el propio centro, fruto de una investigación que realiza Josefa Rivera Donoso, trabajadora del Hospital.

En diciembre de 2001, se cumple la emblemática cifra de 150 años y con ese motivo se amplia dicha exposición incluyendo una Galería de retratos de directores, jefes de servicio y médicos destacados. En esta misma fecha se publica una Memoria Histórica.

Durante el periodo 2003-2010 la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid ha venido realizando importantes inversiones para renovar las infraestructuras básicas del Centro, sustituyendo los trece ascensores, renovando la red de agua sanitaria, cambiando cubiertas y rehabilitando por completo las fachadas del edificio. Además se ha incorporado nueva tecnología diagnóstica y terapéutica como una Resonancia Magnética Nuclear, un Acelerador líneal, un Neuronavegador cerebral y de columna, un Neumonavegador bronquial, etc., todos ellos de última generación.
Ahora, la Comunidad de Madrid pretende desmantelarlo, para su posterior privatización.



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