Cuando llegamos al caracol aquí en La Realidad, sin que nadie nos lo dijera empezamos a hablar en susurros.

Quedo hablaba nuestro dolor, quedito nuestra rabia. (Subcomandante Marcos)

miércoles, 14 de mayo de 2014

Pierre Avezard. el hombre que nació antes de tiempo.

Esta es una historia real. Pierre Avezard fue un ser real, Petit Pierre, emblema y símbolo de la generosidad humana —pero no el triunfo de la voluntad—, del marginado por su fealdad y deformidad que es capaz, sin embargo, de donar a la humanidad, a sus congéneres, su propia obra, hecha de amor por la naturaleza.
Pierre Avezard nació sordomudo, tuerto y con profundas deformaciones en el rostro. En una Francia campesina, aquellos años en que se vislumbra ya la guerra europea del 14. Pierre decía que nació antes de tiempo, que no le dio ocasión a desarrollar todos esos órganos. Más bien fueron malformaciones adquiridas durante el embarazo. No aprendió a leer ni escribir —la escuela de aquellos tiempos lo marginó—, no comprendió casi nada de lo que aprende un niño durante su periodo de aprendizaje. Y sin embargo aprendió por sí solo a vivir con la naturaleza y en medio de la misma. Desde pequeño lo destinaron a ser pastor del rebaño de vacas y ovejas de la granja familiar. Le llamaron “Petit Pierre”.  En esos interminables días, uno tras otro, cuidando las bestias, Pierre observa cómo “se mueve la naturaleza”, como actúa. Reproduce con viejas latas los animales que le rodean, juega con ellos, les hace moverse. Es una “naturaleza viva”.  Su hermano mayor, ingeniero aeronáutico, le da a conocer otras maravillas del mundo artificial: la torre Eiffel, el Moulin Rouge de París, los aviones. La gente de París le mira con asombro, asco o rechazo; los camareros de los grandes restaurantes no le dejan entrar: no es un cliente que atraiga a otros. Pierre, ausente de lo que es la convención social,  se queda admirado de la mecánica, de los objetos metálicos de la capital. Sigue almacenando cualquier objeto que ve a su alrededor. Es un coleccionista de chatarra.
En un momento de su vida, en 1937 —la guerra de España está en su apogeo, Hitler sigue enviando judíos a los guetos, Stalin dirige la persecución contra sus enemigos políticos y envía a cientos de miles de personas a Siberia— comienza a construir, poco a poco, con restos de hojalata y desechos de máquinas, un tiovivo donde pájaros, gallinas y otros animales se enlazan y realizan al unísono una danza mecánica de gran belleza. Un año antes una directora de cine alemana, Leni Riefenstahl ha filmado su documental El triunfo de la voluntad, sobre el congreso del partido nazi y donde se exalta la “raza” (alemana) como prototipo del ser superior. Pierre no tiene esa voluntad que se atribuyen algunos para dominar a los demás; lo que él pretende es jugar con la naturaleza, aprender de ella y transmitir a los demás ese placer del juego.
Estalla la guerra de 1945. El ejército alemán invade Francia. Pierre observa y ve cómo, primero, los aviones alemanes surcan el cielo francés camino de Inglaterra. Después verá atravesar las fortalezas volantes americanas camino de Alemania. Todos esos aviones van a bombardear otros campos, otras ciudades. Pierre observa los aviones y construye uno que en vez de tirar bombas mortales lanza remolachas para que sus vacas las coman. Pierre sigue ampliando su tiovivo con más artilugios y más animales y figuras humanas. Construye una réplica de la torre Eiffel de 23 metros de alta. Todo lo que ve y observa lo lleva al tiovivo en forma de lata.
Postguerra. Los ciudadanos europeos están de nuevo en paz. Las naciones pueden descansar de la guerra. Petit Pierre ya empieza a ser conocido en media Francia, su tiovivo es visitado por miles de personas. Cada domingo hace una exhibición de su engranaje y de su funcionamiento. Los expertos en ingeniería mecánica se asombran de cómo un analfabeto, un engendro de ser humano, ha sido capaz de construir engranaje tan sofisticado. Él sonríe, si entiende, y sigue uniendo alambres y rotores. El tiovivo se ha convertido ya en un objeto nacional de deseo. Todo el mundo quiere conocer el tiovivo de Petit Pierre. El cineasta Emmanuel Clot realiza una película sobre él, film que recibirá en 1980 el premio Cesar al mejor corto documental. Su personaje inspira a otras películas. Y así seguirá viviendo en su granja de la Coinche, en Fay-aux-Loges, hasta que, en 1992 fallece. Para entonces ya ha caído el muro de Berlín, el socialismo real se ha derrumbado, se ha ido construyendo paso a paso la Unión Europea, decenas de países antes colonias europeas son ya independientes, Estados Unidos ha perdido la guerra del Vietnam, China ha abandonado a Mao, el libro Rojo y el socialismo… El mundo ya no es el mismo, su tiempo ha pasado.

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