Cuando llegamos al caracol aquí en La Realidad, sin que nadie nos lo dijera empezamos a hablar en susurros.

Quedo hablaba nuestro dolor, quedito nuestra rabia. (Subcomandante Marcos)

martes, 29 de abril de 2014

Una historia del oro.

La historia que nos cuenta el material conocido como oro es de las más épicas que podemos encontrar desde que el Universo es Universo. Este material es uno de los metales más pesados que encontramos de forma estable.
Del hidrógeno que forma nuestro mundo solo podemos decir que se creó durante el Big Bang, Lo mismo pasa con la formación de elementos más ligeros, apenas necesitaron unas pocas generaciones de estrellas para ser “cocinados” en su interior.
En los primeros pasos del Universo solo existía un denso mar de plasma, la materia y la radiación eran tan intensas que no permitían la unión de dos partículas.
El universo se enfrió a medida que se expandía, le costó millones de años, pero se enfrío. Esta situación permitió que núcleos más pesados de elementos se formaran. El hidrógeno, el helio y algunos isótopos de litio aparecieron así.
La evolución siguió sus pasos, nuestro Cosmos necesitaba materiales cada vez más pesados, no le bastaba con números atómicos bajos, por alguna razón buscaba algo más. La gravedad entró en escena, aglutinando la materia en densas nubes moleculares, la mayoría ya compuestas por helio, de aquí salieron estrellas de tercera generación que empezaron a fusionar el helio para formar carbono, otras llegaron a crear oxígeno, silicio y azufre, y los núcleos más compactados y calientes de algunas de estas estrellas trajeron el hierro, el cobalto y el niquel. Algunas de estas últimas pagaron su osadía cuando el combustible que las mantenía activas se agotó, colapsaron y explotaron en forma de supernovas tipo II, sembrando de metales pesados sus vecindarios cósmicos, expandiendo la materia de la que están hechos los mundos y la vida.
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Estas terribles explosiones, cuyo único brillo iguala al del resto de la galaxia a la que pertenece la estrella que muere, dejaban su correspondiente agujero negro o (con más frecuencia y según la masa de la estrella fuente) una estrella de neutrones.
La misma explosión que crea estas estrellas de neutrones expulsa al espacio un elevado número de neutrones que permitiría formar elementos mucho más pesados que el hierro, pero no en la cantidad que se observan actualmente. Necesitamos otros mecanismos que expliquen las concentraciones de elementos pesados tal como las encontramos en la actualidad.
La respuesta, según un último estudio, se encontraría en las estrellas de neutrones. El espacio está lleno de ellas, se estima que hay miles de millones de ellas en cada una de las galaxias del tamaño de nuestra Vía Láctea, la mayoría solitarias aunque algunas forman parte de sistemas binarios, un pulsar doble.
Las órbitas de estas binarias al final decaen, y es en ese momento donde se produce la segunda muerte de la estrella. Ambas se destruyen en una fracción de segundo, puede que dejen un agujero negro tras la explosión, pero lo que seguro que hacen es emitir el equivalente de miles de veces la masa terrestre de elementos pesados. De aquí es donde procede la mayoría del oro, platino, mercurio, plomo y uranio de nuestro Cosmos, y por ende de nuestro planeta.
Estrellas que mueren dos veces, una como supernova y otra en una explosión de rayos gamma, así es como el universo obtiene sus elementos más elaborados…

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