Teresa Pla Messeguer nació en 1917 en el Mas de La Paliza, una casa de pastores de Vallibona, Castellón, en el seno de una familia muy humilde en recursos, conocimientos e información. Lo que en el momento de su nacimiento su familia vio como una anomalía genital, no era otra cosa que hermafroditismo. Creció rodeada de seis hermanos de los que sufrió el desprecio y las burlas por su anomalía física. Sólo fue a la escuela quince días y a los once años, al quedarse huérfana de padre, la pusieron a trabajar sola en el monte como pastora, por lo que creció con escasa relación social.
Dotada de un físico vigoroso de hechuras masculinas se acostumbró a usar la violencia para hacerse respetar. En el pueblo pronto le colocaron el cartel de “marimacho”. Un día llegó a sus oídos que en el baile del pueblo unos cuantos muchachos tratarían de levantarle las faldas para comprobar que había debajo. Ella, que siempre iba vestida de negro, se presentó ese día en el baile con un hacha bajo el abrigo y de esta disuasoria forma, dejó zanjada la curiosidad de los chavales.
Sin embargo, esta mujer a la que también apodaron “Teresot”, capaz de cargar con ovejas de ochenta kilos, y a la que no le quedó más remedio que hacerse dura para defenderse de las agresiones del resto, mostraba una gran ternura hacia los niños y animales.
En el invierno de 1947, cuando estaba pastoreando con su rebaño se encontró con un grupo de seis guardias civiles que iban a incendiar la masía “El Cabañil” donde se encontraban dos maquis perseguidos. Lo que sucedió en el encuentro forma parte de la memoria de Teresa, pero lo que sí se sabe es que fue repetidamente violada, y aterrorizada huyo al monte.
Allá por el año 1936, cuando empezaba uno de los capítulos más oscuros de la historia de España, nacía también un grupo de guerrilleros que se sublevaron en los dominios del generalísimo. Eran los maquis, resistentes del bando republicano que, sabedores de la dura represión que Franco ejecutó después de la guerra, decidieron no entregarse y luchar en las montañas. Estos revolucionarios también dejaron su huella en tierras castellonenses. Para respiro de Franco, la ayuda internacional que los maquis esperaban nunca llegó y su posición se derrumbó como los muros del poblado que habitaron en Refalgarí, nombre del campamento que acogió a Teresa Pla y que fue descubierto por la Guardia Civil y asaltado el 24 de mayo de 1948, Sus integrantes, de ideología libertaria y comunista, llegaron a formar la agrupación guerrillera antifranquista más importante del PCE.
Teresa se unió a los maquis de la Agrupación de Guerrilleros de Levante y Aragón, formación en la que se mantendría durante veinte meses y en la que se sintió por primera vez apoyada. Entonces quiso ser hombre, porque se sentía como tal y la ayudaron a asumir su identidad masculina. Cambio su nombre por el de Florencio, las faldas por los pantalones, se cortó el pelo e incluso la enseñaron a leer, algo que apreció mucho.
Al inicio realizó funciones de guía en un territorio que conocía como la palma de la mano. No tenía formación cultural ni política, pero había presenciado muchas atrocidades perpetradas por la Guardia Civil contra los masoveros que ayudaban a los maquis.
Existen rumores de que durante ese tiempo asesinó a veinte guardias civiles, siete alcaldes y un ermitaño. Estos hechos siempre fueron negados por Teresa, que según cuentan era incapaz de matar a una mosca, y que ella atribuye a “El Cintorra”.
Tras la muerte de Francisco, un compañero con el que desertó del maquis oficial, ‘La Pastora’ sobrevivió en completa soledad tres años en una cueva y también sola emprendió un viaje a pie hasta Andorra, donde trabajó de pastor y se dedicó al contrabando de tabaco y nilón.
Tras ser delatado por otro contrabandista que le debía dinero, la policía andorrana lo detiene el 5 de mayo de 1960 y lo entrega a la española. Se somete a dos juicios, uno en Tarragona y otro en Valencia (vulnerando uno de los principios básicos de cualquier Estado de Derecho: “non bis in ídem”). Lo condenaron a 30 años de prisión en Tarragona y a pena de muerte en Valencia. Esta última pena después sería conmutada por una de prisión.
Su paso por la cárcel merece mención especial, ya que al estar inscrito en el Registro Civil con sexo femenino lo envían a un penal de mujeres y lo mantienen recluido en un calabozo sin contacto con el exterior. Tras un examen por los forenses militares, fue trasladado a una prisión de hombres, donde permaneció diecisiete años.
Salió en libertad el 22 de septiembre de 1987, con el único objetivo de conseguir su inscripción como hombre en el Registro Civil, hecho que finalmente logra. Encontró un último refugio en Olocau (Valencia) gracias a Marino Vinuesa, un compasivo funcionario de prisiones que lo acogió en su casa y le ayudó con el papeleo de cambio de identidad. Madrugaba mucho, paseaba con sus dos queridas perras y no le gustaba ver la televisión.
Sólo concedió una entrevista y murió en 2004, a los 87 años sin una queja, ni molestar a nadie.
Está enterrado en el cementerio de Valencia (en la pirámide).
277. Entrevista a Florencio Pla Messeguer (La Pastora)
"La Pastora", el guerrillero del Maestrazgo.
Teresa Pla Messeguer (Vallibona, 1917), pastora de profesión, un día se adscribió al maquis y se convirtió en hombre. Desde ese momento, el nombre de "La Pastora" se ha visto involucrado en misterios y mitología heroica.
Aún ahora, tantos años después, el solo hecho de invocar su nombre sobresaltos todas las sierras del Maestrazgo. De aquí unos días se celebrará, posiblemente, el último juicio al personaje, en el plagio de Villar Raso sobre la obra de Marino Vinuesa, el escritor ex-funcionario de prisiones que se ha hecho cargo de Florencio, actual nombre de Teresa Pla Messeguer. Como nota curiosa, el litigio enfrenta a los abogados Josep Lluís Albinyana, por parte de Pla y Vinuesa, y Manuel Broseta, por parte de Villar Raso.
- ¿Qué recuerda usted de sus primeros años?
- ¡Uf!, A los once años, o los diez, ya estaba con el rebaño y no fui ni la escuela: sólo quince días, cuando tomé la comunión. Mi vida transcurría en
el Mas de la Pallissa, a un par de horas de camino de Vallibona, unas casuchas que heredó mi
abuelo, donde guardaba la paja y los animales. Allí estuvimos y nací yo y los seis hermanos que tenía:
yo era el pequeño, vine tardío.
- ¿Y cómo fue que cambió el rebaño por
el maquis?
- Yo, como vivía en la sierra, había
hablado algunas veces con ellos. Una noche que nevaba, tres maquis se refugiaron en una casa que
sólo se habita en el verano, El Cabanil, pero uno de ellos huyó, uno que era de Morella, y por donde iba
pasando iba extendiendo esto. Y la guardia civil siguió la pista hasta que los encontró y quemó la
casa, porque ellos se resistían. Al día siguiente detuvieron al dueño de El Cabanil y yo me puse
nervioso porque trabajaba para él, y decidí huir por miedo que me mataran.
- Fue por el temor a las represalias o
por las humillaciones a que sometió la Guardia Civil?
- Sí, también lo determinó. Esto fue la
misma mañana del día que quemaron El Cabanil, y fue el "teniente Mangas", seis
guardias y dos somatenes, uno de Torremiró y el otro de Herbesset.
- ¿Y qué le hicieron exactamente?
- Tenían curiosidad por saber cómo una
pastora era mitad hombre y mitad mujer. Yo les había vendido tordos a los somatenes, y ellos
contaron mi anomalía a la guardia civil. El "teniente Mangas" hizo caso omiso de todas las reglas y me
hicieron desnudar, hasta que saciaron su curiosidad. Y cuando terminaron, me dijeron:
"bueno, a hacer bondad". Y sentí mucha rabia, mucha impotencia.
- ¿Qué pensaba usted de su condición
sexual? ¿Le causaba algún dolor de cabeza?
- Problemas...? Sobre todo, por la
barba. Dicen que medio hombre y medio mujer, pero yo no me he sentido nunca mujer. Aún recuerdo la
primera vez que soñé un asunto sexual con una mujer, a los trece años y, era una vieja que tenía
una nieta, que era de mi tiempo, no lo olvidaré nunca, le decían la tía Rosa la Coca.
- Usted se ha sentido siempre hombre?
- Siempre, me ha gustado siempre los
trabajos de hombre y figurar como hombre. De hecho, cuando iba con el ganado llevaba un
zurrón, como los hombres, y no una cesta como las mujeres.
- Pero a usted lo inscribieron en el
registro civil como mujer...
- Yo he oído contar en Vallibona que mi
padre me puso como barón, pero después, un amigo que había hecho la guerra en Cuba le
convenció para que me apuntara como mujer, ya que debido a mi anomalía sería un compromiso en el
momento de hacer el servicio militar. Pero de la familia nadie me dio una explicación.
Y viene el momento en que abandonó la
indumentaria femenina...
- A los treinta años.
- Fue en el momento de incorporarse al
maquis.
- Sí. Yo había querido presentarme a la
guerra voluntario, con los rojos, para ver si me podía hacer con la documentación de hombre, porque
yo iba por la calle y todos decían: mira, si parece un hombre.
- Cuénteme un poco el proceso inicial de
la guerrilla.
- Entré y me vestí de hombre, y allí era
un hombre más.
- Dicen que usted mandaba...
- Creo que mi nombre no figura en la documentación
de ningún partido como participante ni siquiera. Yo llegué e hice tres meses de
instrucción, como en el servicio militar, y después nos leyeron unos estatutos, unas órdenes, y
si no estabas contento, te preguntaban donde querías ir, y si querías estar en contacto con la
guerrilla para ayudar, te ponían en contacto con el partido, en Francia.
- ¿Estuvo vinculado a algún partido?
- No, a mí me leyeron los estatutos,
aunque hay libros que dicen que yo sí que fui de un partido. Estuve veinte meses con los maquis, pero
veíamos la cosa muy dura y estábamos vendidos. Entonces, pusimos dirección a Francia,
pero yo no llegué nunca.
- Se quedó en Andorra, ¿no? ¿Y allí, de
qué vivía?
- Trabajando en una masía, en verano
guardaba el rebaño de dos caseríos.
- Una vida muy apacible que contrasta
con la mala prensa que tiene usted. ¿A qué lo atribuye?
- Mucha de la propaganda, la ha hecho el
periodista Enrique Rubio, de El Caso, que estuvo por mi pueblo diciendo que yo era un criminal.
- ¿Y cómo llegan a cogerlo en Andorra?
- Había uno que decía que me debía
dinero, 87.000 pesetas...
- Es mucho dinero en aquella época...
- Es que llevaba cinco años trabajando
muy... bueno, un poco en el contrabando de tabaco y nylon. Yo había ahorrado algún dinero y, en
confianza, lo había dejado en casa de un amigo, pero él se fue y me robó. Después, otro contrabandista
que le decían Cisco me debía 12.000 pesetas y, como me había quedado sin dinero, le dije que me
pagara, y fue y me denunció al teniente coronel de la Pobla de Segur. La primera vez no le hizo
caso, pero la segunda sí, me agarraron cuando iba a salir con el rebaño. Y la policía andorrana me
entregó a la Guardia Civil en la frontera, me esposaron y no pude mover las manos durante tres días,
cuando llegué a Lleida.
- Estas precauciones eran para que
usted, dicen, había matado veinte y no sé cuantos guardias civiles, siete alcaldes y un
ermitaño...
- Todas estas muertes se produjeron
cuando yo todavía no había entrado en el maquis, y, parece que eran obra de uno que le decían el
Cinctorres, que era de Cinctorres. Todo lo que él hizo me lo cargaron a mí, y yo ni lo conocí, porque
entré en guerrilla en 1949, el 7 de febrero, y él ya se había ido a Alemania un año antes en compañía
de uno que le decían el Conejito.
- ¿Y por qué cree que se lo cargaron a
usted?
- Porque tenían que justificar unos
expedientes que tenían abiertos y sacar esto en la prensa. Y me hicieron dos juicios, uno en Tarragona y
uno en Valencia.
- ¿Para un mismo delito?
- Sí, y en Valencia me dijeron que sólo
me podían juzgar una vez, pero los de Tarragona se ve que tenían celos. Total, me echaron 40 años
allí y 30 aquí. Aquí, primero me pusieron la pena de muerte y después me la conmutaron por 30 años.
- Y enseguida, la cárcel.
- Sí, y como mi nombre era Teresa, me
llevaron a la cárcel de mujeres. Llegué con barba y me dan una minifalda y ropa de mujer, tan
ajustada que no podía ni respirar. Me tuvieron 8 días, pero aislado de las mujeres; recuerdo que me
daban la comida por una ventanilla para que no me viera nadie. Me volví a vestir de hombre y fui
a pasar revista ante los forenses militares, y me dijeron que hasta se resolviera el caso debía volver
a la cárcel de mujeres. Y otra vez a vestirme de mujer, hasta que ya pasé a la cárcel de
hombres.
Y allí, señor Vinuesa, es donde conoció
a la Pastora...
- Bueno, yo ya lo conocía antes que él
llegara a la cárcel, por el expediente, por las fotos. Y cuando lo traté, supe que era imposible que
fuera responsable de todas las acusaciones: no encajaba. Estuve estudiando en un montón de meses;
qué hacía, con quien se relacionaba, como dormía y de qué hablaba. Y me convenció que no había
matado a nadie. Y como había unas disposiciones según las cuales si la conducta del preso es
ejemplar y no ha habido ningún motivo de sanción, a los veinte años de prisión se le conmuta la pena,
decidí hacer todos los papeles que se debían hacer.
- Y salió el 22 de septiembre de 1977...
- Sí, y como le faltaban muchas cosas
por resolver, me vino a buscar a Santander, donde había pasado los últimos nueve años. Y yo le
preparé toda la documentación y las visitas a los forenses para que le declararan hombre en el
registro. Lo conseguimos y los acompañé a la
comisaría a hacerle el DNI de hombre, pero no tenía seguridad social ni dinero ni donde ir. A pesar de
que había trabajado muchos años en los talleres de la prisión, no le reconocían ningún derecho, y por
fin, después de muchos pasos, lo he conseguido y ahora cobra.
- ¿Y no ha vuelto a Vallibona, señor
Pla?
- Sí, el pueblo se volcó al poco de
llegar. Bajaron de todas las masías, y hubo quien me besó la mano y todo. Claro, no me habían visto nunca
de hombre.
- Y usted, señor Vinuesa, ha recogido
todo lo que él le ha contado y ha hecho un libro que
publicará, me imagino, después del
litigio con Manuel Villar Raso...
- Yo, como él no tenía nada y le habían
maltratado tanto, quería hacer una reivindicación del personaje y, al mismo tiempo, recoger un
dinero para él. Él no podía ser aquel que todos contaban, sobre todo después de descubrir yo sus
armas, con las que no podía ser el jefe del 23º Sector, sino un elemento más. Tras las investigaciones, que me han
costado ocho años, otro escritor, Villar Raso, estaba interesado en La Pastora y me propuso la
edición del libro. Él agarró mi libro, lo leyó y dijo que ya tendría noticias. Y un día recibí una
carta de la editorial de Madrid pidiendo que me presentara junto con La Pastora para presentar el libro
de Villar, que había reescrito mi obra de una manera infame y daba una imagen de La Pastora
completamente falsa e inmoral.
- ¿Y, cuando es la vista?
- El 27 o 28 de febrero. Después de
haber devuelto el caso la Audiencia, ahora con nuevas pruebas y con el reconocimiento de Villar Raso que
lo ha copiado.
- Muchas gracias por la conversación,
señores Plan y Vinuesa.
Miquel Alberola
Un retrato peculiar: ‘La Pastora’
Teresa Florencio Pla Meseguer
Un estudio basado en las novelas
Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Bartlett (2011)
y La Pastora de Manuel Villar Raso (1978)
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