Cuando llegamos al caracol aquí en La Realidad, sin que nadie nos lo dijera empezamos a hablar en susurros.

Quedo hablaba nuestro dolor, quedito nuestra rabia. (Subcomandante Marcos)

martes, 21 de julio de 2015

Francisco de la Vega Casar, el hombre pez de Liérganes.


  

El día 22 de octubre del año 1658, nacía en Liérgenes, comarca de Trasmiera, Cantabria (un poquito al sur de Solares y a 10 km en linea recta de la bahía de Santander) Francisco de la Vega Casar; hijo de Francisco de la Vega y María Casar, según consta en el acta de bautismo que se encuentra en el convento de clausura de las Clarisas, en Santillana del Mar; siendo el segundo hijo de la pareja.
«Era bastante listo, pero abandonaba todas sus ocupaciones para zambullirse en el río, en el cual pasaba horas y horas», relataba el alcalde de Liérganes a Carlos Vieyra de Arreu y éste recogió en 1884 en La Ilustración Española.
Resultado de imagen de el hombre pez de lierganesTras la muerte del padre, la madre envía al niño a Bilbao para que aprenda el oficio de carpintero.
La víspera del día de San Juan del año 1674, Francisco se fue a nadar con unos amigos al Miera (en la ría de Bilbao, según otras versiones). El joven se desnudó, entró en el agua y se fue nadando río abajo, hasta perderse de vista. Según parece, el muchacho era excelente nadador y sus compañeros no temieron por él hasta pasadas unas horas. Entonces, al ver que no regresaba, le dieron por ahogado.
Cinco años más tarde, en 1679, mientras unos pescadores faenaban en la bahía de Cádiz, se les apareció un ser acuático extraño, con apariencia humana. Cuando se acercaron a él para ver de qué se trataba, desapareció. La insólita aparición se repitió por varios días, hasta que finalmente pudieron atraparle, cebándole con pedazos de pan y cercándole con las redes.
Cuando lo subieron a cubierta comprobaron con asombro que el extraño ser era un hombre joven, corpulento, de tez pálida y cabello rojizo y ralo; las únicas particularidades eran una cinta de escamas que le descendía de la garganta hasta el estómago, otra que le cubría todo el espinazo, y unas uñas gastadas, como corroídas por el salitre.
Los pescadores llevaron al extraño sujeto al convento de S.Francisco, donde, después de conjurar a los espíritus malignos que pudiera contener, le interrogaron en varios idiomas sin obtener de él respuesta alguna. Al cabo de unos días, los esfuerzos de los frailes en hacerle hablar se vieron recompensados con una palabra: “¡Liérganes!”
El suceso corrió de boca en boca por la bahía de Cádiz y nadie encontraba explicación alguna al vocablo hasta que un mozo cántabro que había emigrado para trabajar en Cádiz, (un jándalo), comentó que en Cantabria había un pueblo que se llamaba así. También el entonces secretario del San Oficio dela Inquisición, Domingo dela Cantolla, confirmó dicha afirmación ya que él era de allí.
A continuación, llegó la noticia a Liérganes para averiguar si había pasado algo extraño en los últimos años y desde Liérganes respondieron que únicamente se había registrado la desaparición de Francisco dela Vega, cinco años atrás. Entonces Juan Rosendo, un fraile del convento, acompañó a Francisco en un viaje de vuelta desde Cádiz hasta Liérganes para comprobar si era cierto que era de allí.
Cuando llegaron al monte que llaman de la Dehesa, a un cuarto de legua del pueblo, el religioso mandó al joven que se adelantase hasta él. Así lo hizo su silencioso acompañante, que se dirigió directamente hasta Liérganes, sin errar una sola vez en el camino; ya en el lugar, se encaminó sin dudar hacia la casa de María de Casar. Esta, en cuanto le vio, le reconoció como su hijo Francisco, al igual que sus hermanos que se hallaban en la casa.
Durante unos años vivió con ellos tranquilo, aunque sin mostrar interés por nada y rehuyendo el trato humano. Gaspar Melchor de la Riba Agüero, caballero de Santiago y vecino de Gajano que decía haberle visto muchas veces, relataba cómo «andaba siempre descalzo y lo mismo le daba ir vestido que desnudo. No solicitaba la comida, pero si se la ponían delante o veía comer, comía y bebía mucho de una vez y después, en tres o cuatro días no volvía a comer» y solo decía «tabaco», «pan» y «vino» de una manera mecánica, sin asociarles un significado.
Una connotación peculiar fue la de que Francisco tenía gran puntualidad. Virtud que aprovecharon. Si alguno le mandaba llevar algún papel de un pueblo a otro, este lo hacía con enorme puntualidad.
En una ocasión, un sujeto del pueblo lo envió a Santander con un papel para otro sujeto, teniendo que pasar obligatoriamente por la ría que tenía más de una legua de ancha (algo más de 5000 metros). Buscó una barca en el sitio de Pedreña, y no hallando allí ninguna, se echó al agua y salió en el muelle de Santander, donde le vieron muchos mojado, junto con el papel.
En la descripción que hicieron de él lo describen como un hombre de estatura de unos seis pies ( 1,83), bien formado, de pelo rojo corto, las uñas gastadas por el salitre y siempre andaba descalzo.
Dicen algunos autores que tenía escamas aún cuando lo llevaron a Liérganes. Algunas de estas escamas sobre el espinazo y como una cinta de ellas desde la nuez hasta el estómago. Pero poco a poco se les fueron cayendo.
«Cuando le vi por primera vez ya no tenía escamas, sólo mucha aspereza en el cutis y las uñas muy gastadas», añadía De la Riba, según recogió la revista «Alrededor del Mundo» del 12 de marzo de 1913. «Este caso fenomenal está tan bien probado que no se puede dudar de él: lo testifican personas de reconocida ilustración y virtud, que lo vieron unos, lo trataron otros, lo examinaron muchos; y entre éstos figuran tres caballeros de mucho honor, testigos de vista, que fueron D.Joseph de la Torre, ministro de la Real Audiencia de Oviedo; D.Pedro de la Torre, penitenciario de la catedral de la misma ciudad, y D. Diego de la Gándara Velarde».
Francisco permaneció junto a su familia durante nueve años para luego volver a desaparecer en el mar. Y ya no se supo nada más sobre el "hombre-pez" de Liérganes.

Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764) realizó en su obra «Teatro crítico universal» un «Examen filosófico de un peregrino suceso de estos tiempos» sobre este caso «tan exorbitante del regular orden de las cosas, que no me atrevería a sacarle a la luz en este Teatro, y constituirme fiador de su verdad, a no hallarle testificado por casi todos los moradores de una Provincia, de los cuales muchos, que fueron testigos oculares, y dignos de toda fe, aún viven hoy».

Ya en el siglo XX, el doctor Gregorio Marañón volvió a interesarse por la leyenda del hombre pez de Liérganes, y en su libro "Las ideas biológicas del padre Feijoo" dedica un capítulo entero a la leyenda y a los argumentos presuntamente científicos que utilizó el ilustrado para justificar la existencia de los hombres marinos.
A partir de toda la serie de datos recogidos, Marañón formula la hipótesis de que Francisco de la Vega padeciese cretinismo, enfermedad caracterizada por una detención del desarrollo físico y mental y acompañada de deformaciones. Esta es la causa de que un buen día el joven Francisco, "idiota y casi mudo", abandonase su lugar habitual de residencia y vagase por tierra o quizá por mar, "pero no nadando", hasta que se le localizó de nuevo en Cádiz. La coincidencia de que desapareciese bañándose y que se le localizase de nuevo en el mar, junto con la incapacidad del muchacho para dar cualquier explicación, tejió la leyenda de los cincos años de vida marina.
La mudez, la tez blanca, el pelo rojizo, la piel escamosa -debido probablemente a la ictiosis-, la glotonería y el hecho de comerse las uñas, datos todos que aparecen en el relato del padre Feijoo, interpretados desde un punto de vista clínico, no son sino síntomas de cretinismo, enfermedad endémica propia de regiones montañosas, y entonces frecuente en la montaña santanderina.
La habilidad de Francisco de la Vega en la natación y su resistencia en las inmersiones, las explica Marañón a través de la insuficiencia tiroidea, con frecuencia ligada a las personas que padecen ictiosis. Se ha podido comprobar experimentalmente que, cuanto menor es la cantidad de tiroxina segregada, tanto menor es la necesidad de oxígeno, y por tanto mayor el tiempo de resistencia del organismo a situaciones en que falta este elemento.
De todos modos, después de leer la historia de Feijoo y la explicación del doctor Marañón, se nos plantea una duda: Francisco de la Vega, ¿era realmente un cretino? Lo cierto es que no se dice nada de eso antes de la desaparición del muchacho en el río de Bilbao, y tan sólo se alude a su silencio y locura después de su reaparición en Cádiz.
Aunque la interpretación del suceso que ofrece Marañón es ingeniosa y parece dar una respuesta lógica (dentro de la lógica científico- experimental típica del siglo XX) al fenómeno del hombre-pez, nuestro doctor, muy prudentemente -como corresponde a todo buen espíritu científico- se muestra abierto a valorar cualquier otra posible explicación que se pueda dar a tenor de nuevos datos.

Foto extraída de internet Y para concluir la leyenda mencionaré un rumor gaditano de muchos años que tiene que ver con esta historia. Se dice y se rumorea que para acceder a las entradas de los subterráneos y conocidos túneles de Cádiz y Cuevas de Mariamoco hay que encontrar la cara de un hombre pez en los edificios más destacados de la ciudad en aquella época. Se cuenta que los masones utilizaban este símbolo para identificar que en ese lugar se encontraba una de las entradas o salidas de aquellos túneles y así poder utilizarlos para escapar.
Si adquirimos un mapa de Cádiz y señalamos los edificios más emblemáticos y posteriormente colocamos el mapa de las rutas de los túneles, comprobamos que tienen una curiosa coincidencia y quizás encontremos en aquellas importantes construcciones la imagen, el dibujo o el símbolo de un hombre-pez o lo que es lo mismo, el rostro de Francisco de la Vega.

En las Clarisas de Santillana, también consta el acta de fallecimiento. En ella dice: “habiendo pasado los 100 años que el derecho supone haber fallecido por lo general cualquier racional ausente” y añadía “Conocido oficialmente con el sobrenombre de Hombre Pez”

Hasta aquí la historia, más o menos real, que cada uno se quede con la versión que desee.



No hay comentarios:

Publicar un comentario