Cuando llegamos al caracol aquí en La Realidad, sin que nadie nos lo dijera empezamos a hablar en susurros.

Quedo hablaba nuestro dolor, quedito nuestra rabia. (Subcomandante Marcos)

martes, 3 de abril de 2012

Viacrucis Infantil.


Más de lo mismo. Copio pego.....
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Jesús es condenado a muerte. Carga con la cruz. Cae una vez, y otra, y una tercera. Es golpeado, acuchillado, sangra. Una mujer le limpia el rostro. Es despojado de sus vestiduras. Es clavado en una cruz. ¿Oye usted los martillazos? Jesús agoniza, muere y es enterrado en un sepulcro frío y húmedo. ¡Pero atención, porque Jesús sale del agujero! Y está vivo. ¡Ha resucitado! Y sabéis quién lo ha conseguido: Dios Padre. Porque Dios es Todopoderoso. ¡Aleluya!

La escena que acabo de reproducir es un Vía Crucis. Nada extraño, incluso en pleno siglo XXI, puesto que nos encontramos en Semana Santa, si no fuera por un pequeño detalle: los actores que representan tan dramática escena son niños. Todos, desde Jesús hasta el soldado que le atraviesa el pecho con la lanza, son críos. Recomiendan que cada estación comience con una jaculatoria: “Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…”.
Las escenas de este tipo son habituales estos días. En la plaza Bocayá de Barcelona, en los pasos en miniatura de La Borriquita y La Soledad de Ponferrada (León)… “El objetivo es que los niños se involucren en los actos y se sientan protagonistas de la Semana Santa”, asegura Marco Antonio Morala, mayordomo de la Hermandad de Jesús Nazareno de Ponferrada.“Los hay que esta noche no han dormido bien, por los nervios”, reconoce a Efe.
Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis” (Mateo 19,14). Dejad que los niños representen una ejecución, que recreen una tortura y que, finalmente, reproduzcan una resurrección. Dejadles en nombre de la religión, de la tradición o incluso de la cultura. Dejad a los pequeños que sientan en sus carnes la crueldad, el dolor, el fanatismo, la ignorancia.Recomiendo a los padres con hijos en Vía Crucis que sustituyan en sus mochilas el habitual bocata de Nocilla, el yogur liquido o la barrita de cereales por una torrija de vino, un látigo de siete puntas y una estampita con el cuerpo incorrupto de Santa Bernardita de Soubirous.
Un país que, al tiempo que recorta en educación o sanidad invierte en alimentar las pasiones religiosas de los niños es, sin duda, un país apasionante, moderno, con futuro.
P.D.
El post que acaba de leer, en Cuarto Poder, es hermano del publicado hoy en El Descodificador (Vanity Fair): Corridas infantiles.

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